
'Can Pineda' es una bodega centenaria (fundada en 1904) reconvertida en excelente restaurante y que se encuentra en el, para muchos (entre ellos me encuentro yo) desconocido, barrio barcelonés de El Clot. Se trata de un local de decoración austera, divido en dos salas y donde lo que prima es la calidad y exclusividad del producto. Sólo así se explica encontrar en su carta manjares como trufa blanca (de la auténtica), langosta real, buey de Kobe, las mejores setas de temporada como el ou de reig, etc, etc

Aprovechando la celebración del aniversario (sexto ya) de esposamiento, la 'rebonica' y yo decidimos volver a 'Can Pineda' con un antojo.... que pudimos cumplir, aunque las expectativas no fueron las esperadas. Pero... entremos en materia.. Para empezar nos sirvieron en la mesa un poco de 'pa amb tomàquet' supecrujiente (tipo 'coca de vidre' que llaman en algunos lugares) y unos torreznos caseros

La verdad es que al acudir a cenar no teníamos tampoco ganas de 'pegarnos la gran fartà' así que pedimos una ensalada de tomate con ventresca y anchoas, que además iba acompañada de pedacitos de fresa. Realmente excelente... el tomate (los habíamos visto en la vitrina de la entrada) era muy sabroso, dulzón... un plato ligero y refrescante

Ya puestos en acción, nos decantamos por tomar dos entrantes pero que creímos serían suficientes para una cena. Servidor optó por unos canelones caseros de 'bolets', con trufa negra de Sarrión. Un plato que entraba muy bien, no era demasiado contundente e ideal para compartir

Y en esas llegó el momento esperado, el de cumplir el antojo despertado 3 años atrás, en nuestra primera visita. Esta vez sí pedimos los tallarines con trufa blanca. Pero como suele pasar a veces con las cosas que tenemos idealizadas o de las que esperamos tanto... al final el plato, estando muy bueno, no fue la 'bomba'. La pasta, al dente, perfecta, con el único aderezo de una yema de huevo y las consiguientes lascas de trufa blanca (nada de salsas artificiales o aderezos similares). Juega en mi/nuestra contra, el no haber probado antes trufa blanca auténtica y esperar una potencia de sabor tremenda (como suele ser por ejemplo el aroma que suele desprender). Pero ya se sabe que hay trufas y trufas y supongo que dependiendo de la zona, añada, etc... pues pueden variar. En fin... ahí va el plato

Para rematar la cena, dos postre excelentes: unos canutillos de crema de turrón

Y un heladito de vainilla (de la buena)

Todo ello lo acompañamos con agua de la casa y un Viña Mein en formato media botella. Volveremos, sin duda, cuando el bolsillo se recupere y será esta vez... para comer....